jueves, 25 de febrero de 2010

Más sobre Palmira


Este artículo fue publicado también por National Geographic viajes en su número 119:


Visita a las ruinas de Palmira, la legendaria ciudad del desierto sirio
El paseo por la legendaria ciudad del desierto sirio revive una de las épocas más prósperas de Oriente Próximo. El legado de las civilizaciones que la habitaron permanece hoy en día como un libro abierto, rodeado por colinas de arena de color ocre. Babilónica, selyúcida, romana, árabe, ciudad de prosperidad y ciudad de discordia. En mitad del desierto sirio se alzan todavía las ruinas de la que fue una de las ciudades más ricas y disputadas del mundo desde su fundación previa al año 200 a.C. -fuentes cuestionables atribuyen su origen al mismísimo rey Salomón, en el X a.C.- hasta su destrucción en 1089 a causa de un terremoto. La colina que se alza frente a las murallas de Palmira aloja su santuario más venerado: el templo babilónico dedicado al dios Bel o Baal. Resistió más o menos incólume hasta el siglo XV y, en la actualidad, es uno de los vestigios más impresionantes de Palmira por la solemnidad de sus tallas en la roca, la magnitud del patio interior y el casi intacto pasillo que asciende hasta el altar del sacrificio. Con la conquista romana Tadmor -nombre de la Palmira babilónica- pasó a ser Palmira (del latín ‘palma’, palmera) y, aunque mantuvo su planta oriental, adoptó las estructuras comunes del Imperio. La arteria central era la gran Vía Columnaza, de 1.200 metros y flanqueada por más de 200 columnas. Otra aportación arquitectónica de Roma es el Teatro (siglo II), que permaneció enterrado en la arena hasta 1950 y que ahora acoge espectáculos culturales. Más allá se alza el Tetrápilo, cuatro grupos de cuatro columnas sobre un pedestal, que marca la intersección de la Vía Columnaza con otra avenida principal. En el Valle de las Tumbas diversos frescos y relieves decoran el hipogeo de los Tres Hermanos, una de las cámaras funerarias más ricas. La mayoría de los retratos tallados que decoraban los nichos nobles se encuentran hoy en museos -el Nacional de Damasco tiene la colección más completa-, pero el paisaje es tan sobrecogedor que impone su propio silencio. Su localización estratégica y sus manantiales convirtieron a Palmira desde el siglo I d.C. en provincia romana y parada obligatoria en la Ruta de la Seda. Pero su posición terminó siendo su propia ruina, ya que la condenó a sufrir constantes asedios como ciudad limítrofe de la zona oriental del Imperio. Fuera de Palmira aún se mantienen en pie las fortalezas que contenían las invasiones otomanas. Dos de ellas quedan un tanto alejadas del complejo arqueológico, pero el castillo de Qalaat Ibn Maan (siglo XVII) es mucho más accesible y ofrece una buena perspectiva de toda la ciudad. La actual Tadmor se sitúa 210 km al sur de Damasco, la capital de Siria. La antigua ciudad-oasis alcanzó su esplendor en el siglo ii y hoy sus ruinas son el testimonio de varias civilizaciones. Es Patrimonio de la Humanidad desde 1980.