jueves, 8 de abril de 2010

Alepo

10. ALEPO
(Reproducimos aquí el artículo de Jerónimo Páez López, ex- Director de la Fundación El Legado Andalusí, publicado en El Legado andalusi 15 (2003) pp. 70-77)Sea cual sea el camino escogido, Alepo, surge en la planicie como un inmenso tenderete bañado por el sol y sumergido en la arena. El paisaje que lo rodea, solían decir los viajeros románticos, es bello en su desnudez. Como si la naturaleza se hubiera quedado en repose, te invita a pensar, a permanecer en silencio, recordando antiguas leyendas e historias de generales romanos, de feroces guerreros cruzados, de huríes y príncipes orientales de las Mil y Una Noches. Al aproximamos, nos sobrecoge la visión de la ciudadela, un minarete mitad natural mitad artificial, que se alza sobre el espacio que le rodea. Sus murallas, sus construcciones y subsuelo encierran los sueños y ambiciones de cuantas dinastías han vivido, amado o violado la ciudad. Una vez que se penetra en los suburbios se pasa del ensueño a la decepción. Aunque el mundo árabe suele magnificar su historia, no ha sido muy respetuoso con el pasado y no puede decirse que haya resuelto armónicamente la transición a la modernidad. Edificios descuidados, dispuestos sin orden, barrios que crecen sin césar, Alepo ha triplicado su población en las últimas décadas y puede que supere en la actualidad los dos millones de habitantes como consecuencia de la emigración rural y la inexplicable explosión demográfica que parece no tener fin. Un aire de uniformidad impregna la ciudad nueva, casas, tiendas, calles, gentes, reforzado por el incontable número de antenas que inundan el horizonte de una sociedad en la que la militarización del régimen y el monoculturalismo que avanza, en gran parte como reacción a la hipócrita y doble moral de occidente, ha convertido a las casas en casi el único lugar de encuentro y la televisión en el solo divertimento posible. Pero no te dejes llevar por la primera impresión, sigue avanzando, sortea el tráfico, alcanza la Medina y llega a la ciudadela. Alepo es una ciudad para recorrer a pie y en Oriente, como en la propia vida, casi nada está bien ordenado, y siempre hay algo que descubrir. Cuando menos te lo esperas pasas del mayor de los abandonos a la exquisitez máxima. Mundo de contrastes, hospitalario y receloso, nómada y reposado, sensual y a la vez puritano, la fragilidad de su arquitectura esconde su fortaleza y la monótona repetición de sus arabescos llega a la perfección. Hoy día, sin embargo, es difícil entender como el refinamiento de antaño ha podido ser sustituido por las ostentosas decoraciones y brillantes luminarias que proliferan por doquier. Subirás a esta atalaya a través de un acueducto de ocho arcos hasta su monumental entrada que conserva su imponente carácter defensivo. Aunque ha sufrido todo tipo de destrucciones y no queda gran cosa, ningún otro monumento de Alepo ejerce mayor fascinación. Contempla la ciudad, el compacto conjunto de sus innumerables zocos, esos bazares que se asemejan a un inmenso santuario medieval, con múltiples cavidades y monumentos, con sus tiendas como celdas entrelazadas para protegerse del polvo y la arena del desierto. Te resguardan del implacable sol veraniego y de los helados vientos invernales, y antaño protegían de la rapiña de los gobernantes. En los zocos urbanos era más fácil defenderse del saqueo y la confiscatoria fiscalidad que en los rurales, expoliados incluso por los propios comerciantes de la ciudad. Luego desciende, rodea el gran hamman al-Nasri y a la izquierda, junto al palacio del gobernador, siéntate en uno de los cafetines que hay en la pequeña plaza soleada donde se encuentra el Ach Chouna. Comenzarás a descubrir el alma de Alepo. Descansa, perderás la noción de tiempo, y contemplaras el monumento mas atractivo de la ciudad, su gente, amable, sonriente, sabia, "un día pasado fuera de Alepo es un día que no cuenta en la vida", suelen decir. Degusta el amargo sabor del café turco, tómalo si puedes sin azúcar y eso si, no se te ocurra añadir leche, todo lo mas alguna fragancia. Los cafetines árabes son fascinantes y pocos hay con mas encanto que los de Alepo. Aunque el café es de origen etíope, su uso se generalizo en el mundo árabe cuando llegó a Estambul gracias a un comerciante de Alepo que en el siglo XVI abrió la primera cafetería y regresó años después, rico, a su ciudad. A los habitantes de Alepo siempre les ha caracterizado el deseo de enriquecerse y el gusto por el viaje, pero como todo pueblo aventurero que se precie conserva un profundo amor por su tierra natal, y raro es el que no regresa tarde o temprano. A pesar de que hoy día es la bebida por excelencia, el consumo de café fue objeto de enconadas disputas y prohibido y legalizado alternativamente, según el capricho del poder remante, como sucediera también con el tabaco. El café se rechazo en La Meca allá por el siglo XVI, ya que algunos ulemas intransigentes consideraron nocivos sus efectos estimulantes, y el sultán Murad IV en 1633 lo prohibió llegando a ejecutar a algunos dueños de establecimientos. Todos los tiranos y los puritanos han considerado peligrosas cuantas sustancias liberan los cuerpos y sobre todo el espíritu. Mientras te solazas pide una pipa de agua, o narguile, que te servirán parsimoniosamente con una sonrisa ante tu aire de turista occidental. Aspira pausadamente el humo del tabaco, a ser posible tumbak persa o el sirio que viene de las montañas, el mejor. Es una sensación distinta, refrescante, un rito y un placer, sientes que la vida tiene otro sabor. Es difícil que hoy día puedas degustar, como antaño, la pipa llamada guzah, en la que solían fumarse las dulces hojas embriagadoras que producen una alegría bulliciosa. Aunque su uso, como casi todos los placeres, se ha convertido en tabú en nuestra sociedad, también en la oriental, se remonta a tiempos muy antiguos y estuvo muy extendido en el siglo XIX. Fumes o no, deja vagar la imaginación y evoca la descripción de la ciudad que hizo aquel gran viajero andalusí lbn Yubayr el ano 1183, en su Rihla, o relato de viajes. "Muchos reyes la han pretendido, cuantas luchas ha suscitado y blancas hojas han sido desenvainadas contra ella.... Posee una alcazaba célebre por sus defensas. La ciudad ha subsistido mientras sus soberanos han desaparecido... entre sus peculiaridades se cuenta que en los tiempos antiguos en la colina se acogió Abraham con algunas ovejas cuya leche daba a los pobres, por eso se le dio el nombre de Halab (leche)...Los mercados de la ciudad son espaciosos y grandes, se suceden en alargada secuencia, sales de un barrio dedicado a un oficio para pasar a otro, están techadas con planchas de madera. ..En cuanto a la alcaicería, la mayoría de las tiendas son armarios de madera exquisitamente labrados" Y sigue nuestro autor mencionando la Mezquita aljama, las medersas, el riachuelo que atraviesa el arrabal "donde hay incontables caravansares, los molinos de agua y los huertos existentes. Su nombre es femenino -añadirá- ha sido mala con quienes les fueron desleales y se ha mostrado sin velo a quienes la amaron". A lo largo de los siglos Alepo se ha caracterizado por su pujanza económica y el tesón de sus habitantes para vencer cuantas tragedias les han sobrevenido. Los conquistadores mataron a veces su cuerpo, pero nunca pudieron hacerlo con su alma y su espíritu comercial. El zoco de Alepo es como el corazón que da vida y riega sus venas y arterias que son sus calles entrelazadas, sus tiendas, sus pasadizos, su gente.
La economía medieval musulmana fue sobre todo economía del zoco. La expansión árabe creo una vasta red de ciudades y puede que el primer gran mercado común y globalizado de la historia, que aumento la circulación monetaria, desarrollo el consumo e impulsé la actividad comercial. El mercader se convirtió en pieza clave de esta sociedad, ya estuviera asentado en la ciudad o fuera hombre de caravana. Se movía desde la India hasta el Atlántico, a través del norte de Afrecha, por los países de Dar el Islam, la sociedad musulmana, la única a su juicio culta y civilizada con un idioma común, el árabe, la lengua del comercio y del saber. El Islam desarrollo un modelo de ciudad que albergaba una Mezquita, la casa de Dios, el palacio del gobernador y las dependencias del poder, séquito y ejército. Junto a ellas el "SUM", el zoco, espacio de vida, de riqueza, de encuentros y desencuentros, lugar de intercambio de bienes y servicios, también de ideas y el centre por excelencia de la recaudación fiscal. Por algo la palabra majzen que hoy hace referencia "al poder real y a su entorno" significaba almacén. En el mundo musulmán ha habido todo tipo de zocos, primero rurales, que atraían a mercaderes que solían intercambiarse las mercancías. Con el desarrollo económico fueron surgiendo las ferias, cuya duración era de una o dos semanas, y finalmente los mercados fueron integrándose en la ciudad. Como elemento vivo han sufrido cambios según las necesidades y las diferentes modas arquitectónicas de las dinastías que han gobernado la región. En Alepo, en la época omeya, el mercado del ágora se trasladó a un edificio singular, Dar al Kura, de nueva construcción. Con esta dinastía los zocos abiertos se convirtieron en zocos levantados en el interior de las ciudades. Los mamelucos crearon diferentes bazares al pie de la ciudadela, destinados a una clientela especial, la soldadesca, y así sucesivamente. El zoco se convirtió en un recinto con puertas que se cerraban por la noche, puestos permanentes, ya fueran tiendas, celdas o arcadas, y el pago de tasas. El comercio deja de ser algo particular y el Estado de una u otra forma se ocupó de él, ya fuera para controlarlo o explotarlo. Mercado en el que los productos venían del campo y sobre todo de las caravanas, surgieron edificios para acoger a los viajeros y sus mercancías, los kanes o caravansares, que han recibido diferentes nombres a lo largo de la historia. Dicho de manera simple, un caravansar es un edificio para albergar una caravana. Cuadrados o rectangulares, suelen tener una gran entrada, fácil de vigilar; podían caber hasta cuatrocientos animales con su carga y alrededor de su patio se disponían las celdas para acoger a los comerciantes. Los establos suelen estar en las esquinas del edificio, el agua viene de un pozo o cisterna y la descarga se hace en el patio. Cuando tienen dos plantas, la del suelo se dedica a las mercancías y la superior a los viajeros. Alepo goza del mejor conjunto de kanes de Oriente sobre todo de época otomana, en la que incluso llegaron a construirse para los mercaderes europeos, en su mayoría venecianos y franceses. Los zocos se agrupan según tipos de bienes, de oficios, de servicios. Cerca de la mezquita se encuentran los vendedores de libros, de manuscritos, luego los perfumes, jabones, para continuar con los orfebres, los vendedores de joyas. En las zonas centrales los comerciantes de trajes, vestidos, las sedas y también los vendedores de comida, verdura, productos del campo. Y ya, mas cerca de las puertas, los oficios mas ruidosos, carpinteros, fabricantes de objetos de cobre, y a veces en el interior, y otras en zonas alejadas, cuanto requiere especial trabajo como los curtidores de pieles, tintes, etc. Aunque en aparente desorden, solían gozar de estar muy regulados y bien organizados. El mercado requiere paz y seguridad. Existía la figura del "señor del zoco" encargado de velar por la seguridad e imponer el orden, castigándose los delitos que se cometían en estos espacios con especial dureza. Cuando hayas terminado tu café y tu narguile, recorre el zoco, sus tiendas, imprégnate de sus sabores, colores, perfumes y poesía, mientras paseas sin rumbo fijo, la mejor forma de conocer una ciudad según cuenta E.M. Forster en su guía de Alejandría. Visita la mezquita, su minarete de singular belleza, que data del siglo XI, las medersas aunque no se encuentren en buen estado, el maristán y sigue el curso de la historia de la ciudad, ya que de otra forma es difícil entender Alepo. Su situación geográfica en el norte de Siria y su orografía han marcado su evolución. Durante siglos fue importante ciudad caravanero y gran mercado entre Oriente y Occidente. Sus habitantes la consideran como la más antigua, entre las existentes, del mundo civilizado. Quizás no anden lejos de la realidad, y pueden afirmar con orgullo que pocas hay con mas historia, aunque pocas, también, mas atormentada. En el tercer milenio a.C. se desarrollaron en su entorno algunas prósperas ciudades, administradas por poderosos escribas. No muy lejos se encuentra Ebla cuya refinada cultura se puede admirar en el magnifico museo de la ciudad. Aquí llegaron, eso si, como conquistadores y destructores de cuanto encontraron a su paso, asirios, hititas e incluso los grandes faraones egipcios, siempre prestos a dominar tierras mas fértiles que las suyas propias. Oriente fasciné a aquel hijo predilecto de los dioses, Alejandro Magno, y uno de sus herederos, el general Seleuco I, gobernó la parte siria de aquel inmenso imperio que todavía hoy nos asombra que pudiera conquistar. En esta antigua tierra, la civilización helénica, luego romana a partir del ano 64 a.C., brillo con luz propia. Puede que perdiera alguna de las grandes virtudes que adornaron la antigua Grecia y la Roma republicana, pero ganaron en esplendor y majestuosidad. Jerasa, Bosra y Palmira son sacrosantas ruinas y silenciosos testigos de aquella grandeza que a Voiney le inspiró su elocuente meditación sobre las ruinas de los imperios. A partir del siglo IV con el avance de Bizancio en Oriente, Siria se cristianizó y en Alepo nacerá un movimiento ascético y monástico propio de una región que ha creado mas religiones -y conflictos religiosos- que ninguna otra en el mundo. Tan solo a 42 Km., pueden contemplarse los restos del impresionante conjunto basilical de San Simeón, en su época el mayor templo de la cristiandad y lugar de peregrinaje medieval, edificado en memoria de aquel extravagante monje del mismo nombre que gustaba de autoflagelarse y que le dio por pasar la mayor parte de su vida encaramado a una columna de 18 metros, atado a una cadena al cuello para no caerse por la noche. Le llamaron el Estilita, del griego columna, desde donde predicaba a cuantos querían oírle que no eran pocos. Saqueada por los persas el ano 540 sería presa fácil ante el avance de los ejércitos árabes a comienzos del siglo VII, al igual que toda la región debilitada por el largo y cruento enfrentamiento entre los imperios bizantino sasánida. No tuvo Alepo relevancia política ni administrativa en la época omeya ni abasida, eclipsada por Damasco y luego por Bagdad. Quizás por ello pudo acoger diferentes comunidades de distintos pueblos y religiones que le dieron esa patina de ciudad cosmopolita, tradicionalmente la más abierta y dinámica del país. Durante la Edad Media se suceden los periodos de auge y decadencia. Capital de un emirato independiente, se convertirá en residencia de la dinastía hamdanî a mediados del siglo X, para ser arrasada por el feroz exarca bizantino Nicéforo Focas que destruyó la ciudad el ano 932, como había hecho poco antes con el emirato andalusí de la isla de Creta, fundado por los desterrados del arrabal de Córdoba de la época de al-Hakam I. Renacerá gracias al gobierno de Nureidin que en el siglo XII reconstruiría la ciudadela, los zocos, edificará el maristán y construirá las primeras medersas sobre los restos de la antigua catedral bizantina, convirtiendo Alepo en una de las mas prósperas ciudades árabes de la época. En el año 1260 un aterrador ejército, lo más parecido a una plaga de langostas humanas, los Mongoles, después de asolar Bagdad, redujeron a cenizas la ciudad que tardaría más de un siglo en recuperarse de esta devastación. Los Mamelucos, esa peculiar dinastía de esclavos convertidos en sultanes, que en el siglo XIII, después de detener el avance mongol, gobiernan la región y la ciudad hasta la ocupación otomana a comienzos del siglo XVI. Alepo todavía sufrirá los estragos de la Peste Negra en 1348 y un nuevo saqueo por Tamerlán un ano después, aunque la relación con Egipto y sobre todo con Europa le aportará una enorme prosperidad comercial. A partir de finales del siglo XVIII y principios del XIX será tal la influencia y afluencia de los europeos, que será considerada como el Paris de Oriente. Con la derrota de los turcos en 1918 y la posterior creación de la República Árabe de Siria, Alepo se convertirá en la segunda ciudad del país, pero volverá a ser eclipsada por la centralización del poder en Damasco. Aunque en la actualidad la tragedia que vive el pueblo palestino esta reforzando el puritanismo religioso que avanza en el mundo árabe en perjuicio de aquel Islam tolerante y culto que ge la razón de su grandeza, no olvides, viajero, que Alepo es también, aunque solo en parte hoy día, la ciudad de la música y la gastronomía. Si puedes, no dejes de ir al Hotel Baron (construido en 1909, fue, probablemente el más antiguo de los hoteles de lujo de Oriente). Recuerda que aquí "vino a soñar y escribir" Ágata Christie, a imaginar una Turquía laica Kernal Atarturk, a hospedarse T.E. Lawrence, cuando luchaba por un País árabe libre apoyado por Inglaterra y las potencias Occidentales, que pronto traicionaron sus ilusiones, mientras se solazaba saliendo a cazar patos tan solo a cien metros del hotel. Hoy día, desgraciadamente, sería imposible, no son buenos tiempos para la lírica.