8. RASAFAH
El arqueólogo canadiense Greg Fisher, especialista en Oriente Próximo, considera este lugar como uno de los de visita obligada por los restos de su exquisita arquitectura y por el misterioso entorno. Abandonada desde hace tiempo, fue una ciudad amurallada ubicada en el desierto, por donde cruzaba el camino que unía Palmira con el Éufrates. Hoy está a 25 kmts. al sur de la carretera de este río. Su origen es antiquísimo: con el nombre de Resef aparece en los anales sirios, en el Antiguo Testamento (II Libro de los Reyes, 19.12; Isaías, 37.12), a propósito de su destrucción a manos de los asirios. Volvió a resurgir en época romana: Diocleciano, en el s. III, construyó aquí una fortaleza como parte de una línea defensiva contra los persas-sasánidas. Fue aquí donde ocurrió el martirio de San Sergio (alrededor de 305) en cuyo honor se llamó Sergiopolis y fue meta de constantes peregrinaciones. En el periodo bizantino (Imperio Romano de Oriente), durante el reinado de Justiniano, aproximadamente a finales del siglo V, sus murallas fueron nuevamente reforzadas por temor a los persas sasánidas a los que acabó rindiéndose en el año 616. Después de que los árabes musulmanes invadieran Siria, Hisham levantó, entre otros muchos, el majestuoso palacio Qasr al-Heir al Sharki, uno de los monumentos más aislados e impresionantes de los Omeyas. A pesar de las destrucciones, volvió a recuperarse, según atestiguan los fragmentos de la cerámica (de alta calidad) de los siglos XII - XIII. Después de ser conquistada por los Mamelucos, bajo el sultanato de Baybars, la población de Rusafah fue deportada a Hamah y la ciudad quedó abandonada.
Quedan las ruinas de la Puerta Norte de tres vanos y una decoración minuciosamente esculpida, las murallas perimétricas que tienen algunos accesos a la terraza superior para disfrutar de extraordinarias vistas. En el exterior de la parte este está un Cafe-ar-Rasafa. Quedan restos de la Basílica de San Sergio, parcialmente restaurada, y restos de las enormes cisternas que abastecían a la ciudad.
El arqueólogo canadiense Greg Fisher, especialista en Oriente Próximo, considera este lugar como uno de los de visita obligada por los restos de su exquisita arquitectura y por el misterioso entorno. Abandonada desde hace tiempo, fue una ciudad amurallada ubicada en el desierto, por donde cruzaba el camino que unía Palmira con el Éufrates. Hoy está a 25 kmts. al sur de la carretera de este río. Su origen es antiquísimo: con el nombre de Resef aparece en los anales sirios, en el Antiguo Testamento (II Libro de los Reyes, 19.12; Isaías, 37.12), a propósito de su destrucción a manos de los asirios. Volvió a resurgir en época romana: Diocleciano, en el s. III, construyó aquí una fortaleza como parte de una línea defensiva contra los persas-sasánidas. Fue aquí donde ocurrió el martirio de San Sergio (alrededor de 305) en cuyo honor se llamó Sergiopolis y fue meta de constantes peregrinaciones. En el periodo bizantino (Imperio Romano de Oriente), durante el reinado de Justiniano, aproximadamente a finales del siglo V, sus murallas fueron nuevamente reforzadas por temor a los persas sasánidas a los que acabó rindiéndose en el año 616. Después de que los árabes musulmanes invadieran Siria, Hisham levantó, entre otros muchos, el majestuoso palacio Qasr al-Heir al Sharki, uno de los monumentos más aislados e impresionantes de los Omeyas. A pesar de las destrucciones, volvió a recuperarse, según atestiguan los fragmentos de la cerámica (de alta calidad) de los siglos XII - XIII. Después de ser conquistada por los Mamelucos, bajo el sultanato de Baybars, la población de Rusafah fue deportada a Hamah y la ciudad quedó abandonada.
Quedan las ruinas de la Puerta Norte de tres vanos y una decoración minuciosamente esculpida, las murallas perimétricas que tienen algunos accesos a la terraza superior para disfrutar de extraordinarias vistas. En el exterior de la parte este está un Cafe-ar-Rasafa. Quedan restos de la Basílica de San Sergio, parcialmente restaurada, y restos de las enormes cisternas que abastecían a la ciudad.